lunes, 26 de octubre de 2015

Poética



                                                        Acuarela de Juan Carlos Mestre



Hay un mito que sostiene que la poesía chilena estaría fundada en esa paradójica dialéctica entre la hermosura y el trauma, la belleza tantas veces terrible de una geografía que roza la revelación de lo alto, a través del secreto y las fuerzas telúricas. Ello te obliga a permanecer siempre en lo mismo de lo mismo, y quizás por eso a leer a escribir lo innombrable en una intensa soledad, con un sentimiento de fuga, pero a la vez de constante regreso a un país construido con el resto de todas las palabras, la desobediencia de todos los lenguajes.
La poesía me devuelve a un lugar mítico, donde vagan libremente todas las revelaciones, todos los enigmas de los grandes poetas chilenos, que le arrancaron palabras al vacío para forjar la identidad y conciencia de un pueblo. Al regresar poéticamente me abrazo al huidizo desierto de Atacama, al persistente Sur, a las piedras de Chile, al pan amasado por las pobladoras de la Cruz del Sur, sintiendo a mis espaldas la amorosa presencia de los antepasados reales e imaginarios, personales, colectivos y literarios. Pero lo hago como una extranjera, una viajera en tránsito, intentando poblar la distancia que me separa del origen con las voces colectivas que me unen y son parte de mí, después de haber recorrido otros mundos, escuchado otras voces.

                                            Alexandra Domínguez


viernes, 16 de octubre de 2015

Poética


                                                            Pintura sobre papel



                                                              POÉTICA 

¿Pero hacia dónde? ¿Hacia qué intemperie o casa va la mujer, el hombre, la realidad sin género de su aptitud de habla?  Lo ignoro. Sigo pensando en ello. Pero tal vez sean los poetas, los que desconstruyen como el cabalista las palabras, quienes me hayan mostrado finalmente el principio. No vamos a otra parte que no sea hacia nosotros mismos. Detrás de todos los sentidos de lo oculto lo que significa es la idea de lo que en cada palabra existe. No sé si una verdad superior, pero si una cualidad de verdad, una misteriosa, imprescindible por inalcanzable voluntad de redención, un lugar sin tiempo donde la conciencia del pasado es anticipación de las palabras del futuro. Para el poeta adentrarse en la escritura es salirse de la normativa de los significados, hacer significante el azar, concebir lo que se bifurca como constante dirección del camino, laberinto que deviene en laberinto, salida que conduce a la entrada donde se encuentra, nuevo, intacto, otra vez el secreto. Mas no se trata de algo encerrado, sino más bien de un secreto con todas las puertas abiertas, en el que no está reservado el derecho de admisión, pues él, el conocimiento humano  es en si mismo un derecho natural de la condición de persona.
       Esto que digo, este camino que he tomado para explicarme está lleno de obstáculos. Yo no puedo ante sus impedimentos. Nombro el paisaje que rodea mi cabeza, levanto su mapa, señalo en él lo áspero y amable de mis sentimientos al recorrerlo, mas no sé de qué materia es la materia de lo que a lo lejos brilla, de qué tierra humilde, de qué arcilla noble, mi condición de mujer que escribe versos. Ahí está la imaginación, ahí también los símbolos y mitos, ahí los sagrados alimentos de cuantos me han ido iluminando con su linterna de palabras mi pequeño camino.
              Al reflexionar sobre ello he creído entender que la poesía no es solo un acto de escritura, mas aún, que la poesía existe antes que la escritura. La poesía como un acto previo de la conciencia, un acto de revelación cuyo suceso acahece inherentemente a todo aquél que se  adentra, por voluntad o extravío, en su lugar moral, y es allí donde adquieren identidad, y allí también donde su personalidad de habla, su relación con el mundo, su otredad, su pasión precaria, su temor ontológico, son, no razón real de su ser, sino virtual conciencia poética.
           Algunos poetas escriben para aprehender, otros para desprenderse, el intento es el mismo, la palabra es extraña, misteriosa en ambos, igual de sobrecogedora la ilusión de su vida enfrentada a los enigmas de la muerte, igual de perecedero su amor ante la duración de la vida. Pero basta aquí también una palabra para salvarlos, la  iluminación de alguna palabra de verdad, esa verdad ante la que cada poeta intenta emplazarnos, esa verdad que dignifica la condición humana cuando lo más propio de nosotros, la palabra, es compasiva y clemente, con la construcción de nuestro destino.

                                                           Alexandra Domínguez

viernes, 9 de octubre de 2015

El oficio del poeta Elisa Martín Ortega



La literatura es entendida como un texto con numerosas capas que cada lector lee, reinterpreta y reescribe. Esta concepción conecta de inmediato con la percepción que tiene el cabalista de las Escrituras, como un bien inagotable o un rostro envuelto en setenta velos (un número que remite al infinito) ; el fondo es inalcanzable, el rostro nunca puede ser visto.
                                                                      Jaime Alzraki



El oficio del poeta estaría íntimamente unido a esta creencia. En sus versos el poeta intenta llevar a cabo un trabajo de interpretación del mundo atendiendo a los murmullos, los sonidos y las luces, tratando de revelar su significado oculto. Dicha labor, que excede las capacidades humanas, es para Borges universal y necesaria : el lenguaje secreto de la vida y de las cosas debe tomarse como base de cualquier ejercicio poético. Y así lo expresa en su célebre poema "Arte poética" :

                                                                                                    Elisa Martín Ortega

                              Ver en el día o en el año un símbolo
                              de los días del hombre y de sus años,
                              convertir el ultraje de los años
                              en una música, un rumor, un símbolo,

                              ver en la muerte el sueño, en el ocaso
                              un triste oro, tal es la poesía
                              vuelve como la aurora y el ocaso (Borges 1989)


                       Del libro El lugar de la palabra de Elisa Martín Ortega



miércoles, 30 de septiembre de 2015

Cartografía de los desconocido




CARTOGRAFIA DE LO DESCONOCIDO




Escribió el poeta René Char que un poeta debe dejar huellas y no pruebas, porque solo las huellas nos hacen soñar. He seguido el rastro sigiloso de ese pensamiento toda mi vida, y por ese camino, más cerca del trabajo concebido como el oficio de una delicada pasión  que el de una razonada declaración de principios, han salido al inspirado viaje de lo incierto mis grabados, pinturas y poemas. La búsqueda de un rastro, el hallazgo desconocido de una estética que devenga en conducta e ilumine, aún en su leve precariedad, la conciencia. Creer en la belleza podría ser seguir apostando por los lenguajes del porvenir, adelantarse para encontrarnos en él un lugar futuro, un espacio que por misterioso también lo sea en su cualidad de inquietante y acaso, hasta conmovedor.

   Creo que todo artista ha de asumir algún desafío por humilde que este sea con la imaginación de lo infinito. No existe mayor razón que justifique la ética del presente que su multiplicación en las estéticas del porvenir. He asumido el desconocer, el  ignorar ciertos discursos de saber como resistencia a la voluntad objetiva del conocimiento artístico. Mi acercamiento es la visión, el desafío de lo real desde la construcción de otro imaginario del mundo. Mi necesidad, en términos de desafío a la carencia, sigue siendo como desde un principio, lo desconocido, el deseo de lo desconocido, la mirada capaz de inventar un mapa espiritual para aquellos que en el aire, aún vagan sin tener la casa de sus revelaciones, la dignidad de sus conjuros, la aplazada deuda de su felicidad sobre la Tierra.

Buen sitio es un papel para quedarse a falta de otro lugar donde levantar su conciencia utópica los seres humanos. Bastaría que estas telas, estos papeles, fuesen una sencilla casa de huéspedes, un punto de luz alejado de las cartografías del mal. Hablo de mundos, pero hablo de enigmas, de paisajes invisibles, de nómades que cruzan  desiertos íntimos, de rastreadores de huellas, de aquellos que por todo equipaje no llevan otra cosa que la intemperie de su propia alma, el hospitalario don de renunciar a ejercer su autoridad artística sobre los demás para devenir en otro, otro diferente que yo cuya razón de ser es mi propia conciencia.



Dibujo piedras, grabo su sombra. Dibujo sombras, oigo el zumbido de sus partículas elementales alrededor del cero de la nada. Nada más barroco que el aire, nada más sencillo que la cima de las emociones humanas, un mismo destino para lo efímero, un mismo hogar para las palabras dibujadas que oyen los ojos cerrados de los antepasados. Cosas pequeñas, animales que silban en el bosque. A mis grabados ha traído prestado el poeta sus símbolos, un desconocido ha dejado en mi puerta una cuchara de azúcar, el sabio me ha rozado con la superstición, el navegante me ha convidado a su mito. No es gran herencia lo inútil cuando se convierte en lo imprescindible. Habría de llamarlo memoria, pero lo llamaré poesía en forma de rosa como el amado Pasolini.

Hago arquitecturas con los palitos que deja el temporal en las veredas del corazón. Hago líneas que no están rectas porque desobedecer debe seguir siendo una manera elegante de protegerse del autoritarismo. Hago manchas como pan amasado por las pobladoras de la Cruz del Sur. Pinto como quien se abraza a un desaparecido. Lo demás, siempre habrá tiempo de contarlo cuando el tiempo y este ruido acabe.

El color, he pensado alguna vez, es la ilusión de un recolector de mitos. En cierta forma puede que no sea más que el oficio del mar el oficio del azul, ni otro que el rojo el oficio de las manzanas, como no es el negro sino para la unánime dimensión de la muerte. Lo trágico no es el ocre amarillo que perdura desde los ritos del hombre de las cavernas iluminando a las civilizaciones del arco iris, lo trágico es la ausencia de la luz y la penumbra de las épocas de sus sucesores. Pongo color donde esta lo sagrado, pigmento donde resucitará la ceniza. Tengo la misma fe en el verde que en los árboles, semejante alianza con la vibración mágica de la obsidiana y el negro. Manías elegidas en el cultivo de la contemplación. Semillas que echan sus raíces en el sueño.

Mi sueño es el sueño de tu sueño. Se cree o no se cree. Yo creo. Creo que ennoblece mirar las estrellas, mirar la estrella que cada uno lleva para conjurar los peligros en la frente, las estrellas que quitan la sed y nos prestan a veces el amor, las estrellas rojas, las estrellas amarillas, las estrellas que se acercan de puntillas a los ojos del astrónomo Rosamel. Basta con su luz para ver el punzón sobre la plancha, para mezclar las tintas, para diferenciar el barro del dolor de los pigmentos de la felicidad. Nada original, en eso mismo anduvieron los antiguos persas, los mayas con el guacamayo al hombro, los recolectores de piñones en las fronteras de la nieve.

Huellas. Diecisiete años de huellas para volver al mismo sitio que ya nunca será el mismo sitio. Telas que ahora colgarán en los muro en homenaje a Violeta Parra que duerme a dos pasos de mi padre bajo la lluvia. Papeles que podrían ser cometas, volantines alzándose hacia la más transparente de las memorias: la cartografía de los ángeles ciudadanos, sus ojos invisibles que cuidan las huellas del mundo.



                                                                              ALEXANDRA DOMÍNGUEZ

Crónicas de Nueva York de Rosamel del Valle

 



      Y a propósito del "feo,pero agradable vicio de la copita", como dice Orlando Oyarzún, recordemos la anécdota de Chesterton e Hilaire Belloc. Discutían un día ambos escritores sobre las causas de la embriaguez y para llegar a alguna conclusión decidieron aplicar un principio de lógica.Bebieron una noche whisky con agua, y se embriagaron. La próxima noche optaron por el brandy con agua, y nuevamente se emborracharon. Una tercera noche se decidieron  por el gin con agua, y obtuvieron el mismo resultado. Entonces llegaron a la conclusión lógica de que como el agua era el factor constante, el agua tenía que ser también la causa de sus borracheras.

                                              Rosamel del Valle ,Crónicas de Nueva York

lunes, 28 de septiembre de 2015

Poema Si eres


                                                                              Grabado

                                                                             SI ERES


                                        Si eres la amante de un expedicionario abandona tu piano,
                                        pues a la retórica de los desfiladeros no le sientan bien los sombreros verdes.
                                       Aprende a silbar como el rayo de sol al oro vacío de los dioses,
                                       vístete para los dátiles bajo las nubes limpias de Jerusalén.
                                       Si no eres la amante de un expedicionario abandona también tu piano,
                                       pues en los salones de juego la música vienesa suena a falsa sortija
                                       y todos comenzarían a hacerte caso, a prestarte atención como si mandaras.
                                       Una mujer imperturbable  debe estar reñida con las piezas a cuatro manos,
                                       de poco sirve tener la voz aguda si te confunden con un cisne del sur
                                       y llevas medias de seda y no eres la amante de un expedicionario.

                                                             Alexandra Domínguez Libro Poemas para llevar en el bolsillo