miércoles, 29 de abril de 2020
Poema en el que se habla de lo insignificante
POEMA EN EL QUE SE HABLA DE LO INSIGNIFICANTE
Esta mañana la belleza es insignificante.
Una mesa de madera en una casa de Belfast es insignificante
porque una mesa esta quieta y puede ser tortuga y ser lenta
al cruzar un puente que une lo útil con las chimeneas de
la poesía.
Otra mesa hecha con la madera del mismo árbol
en la buhardilla donde soñó Nezval en Praga
es insignificante para el que sentado en la taberna en un
puerto de Noruega
ha abandonado su último sueño y piensa en un barco
hundido.
Todo lo que es probable es también insignificante,
el cabezal de la cama donde no durmió Rilke en Génova
es insignificante,
la almohada de barro y el arcón de tablas donde esta Pessoa,
el mascarón de proa que abrió el armario de los mares a
Neruda.
Esta mañana la belleza es insignificante,
la madera que arde, la corteza del nido del violín,
el lápiz de palo de Chagall, las pajaritas de papel
que echó a volar Virginia Woolf antes de cruzar el agua.
Un árbol no es un árbol si no hubo en él materia de lo
insignificante,
insignificante es el pájaro en las ramas del árbol de la vida,
el pájaro con pico de alfiler en la solapa con escarabajos
de Verlaine,
la niña pájaro que pinta con pincel el jardín de los cerezos
de Chejov.
Lo insignificante es una hoja en blanco, el saxofón sin aire,
el collar sin pez,
insignificantes los colores en la madrugada marchita de
los cines,
el vocalista de la orquesta de los pueblos que canta baladas
en inglés,
oh my love, oh my love.
Esta mañana la belleza es insignificante,
el río Moldava al pasar por Praga, el palomar, el gato de
mediados de abril,
lo que hubiera podido ser y lo que fui,
el ruiseñor de China en las mezquitas rojas del anochecer,
la red de coleccionistas de mariposas, el bosque azul de
los barrios pobres.
Lo insignificante, una rosa de papel en un jarrón de plástico.
Alexandra Domínguez La conquista del aire
jueves, 23 de abril de 2020
Pájaros poema de Juan Carlos Mestre
PÁJAROS
Eso basta, de una isla a otra los poetas se dicen palabras al oído
como mosquitas muertas esperan la lengua del camaleón
pasa el camaleón ¡zas! se convierten en grillos en mariquitas
cocuyos llenos de luz verde como la menta
los poetas ciervos voladores blancos negros
me refiero al uniforme de plumas
esas niñas siamesas de la dinastía del astrolabio
un corrillo de tábanos en las orejas de la eternidad
entre páginas a ras del amanecer su lanolina
no hay otra cosa igual en cien millas a la redonda
Juan Carlos Mestre del libro La bicicleta del panadero
El poeta es un asunto allí en lo invisible
EL POETA ES UN ASUNTO ALLÍ EN LO INVISIBLE
Ese hombre es invisible, su materia de alondra es
invisible,
anda en lo invisible con pasos que hacen ruido en las
calles invisibles,
come cosas invisible, respira lo invisible, paga con
monedas invisibles,
El poeta es un asunto allí en lo invisible, cruza ríos
invisibles,
se acuesta con mujeres invisibles, habla con palabras
invisibles,
en su corazón la melancolía es invisible, piensa en cosas
invisibles,
lee a Kavanagh que escribía libros invisibles,
por ejemplo esto es invisible : My soul was an old horse
offered for sale in twenty fairs.
Su furia es invisible, su tempestad también es invisible,
trabaja en una fábrica invisible, gasta sus codos en
mesones invisibles,
Teiller era invisible, Parra casi es invisible, nadie ha
visto a Rojas.
Los obreros brindan al final de la jornada con jarras
invisibles de cerveza,
los solitarios se hospedan en hoteles invisibles, llaman
por teléfono
a chicas invisibles, esperan en esquinas invisibles a otros
invisibles.
En el verano la lluvia es invisible, abren entonces un paraguas invisible,
se van a provincias invisibles a leer poemas invisibles,
se encuentran en un parque con alguien invisible, aman
lo invisible.
El poeta es un asunto allí en lo invisible, este mismo
poema es invisible,
un espejo es invisible, la ciudad en la que vivo es
invisible,
lo imprescindible y lo insignificante, eso es lo invisible.
Alexandra Domínguez del libro La conquista del aire
jueves, 16 de abril de 2020
Poema Barco de Papel
BARCO DE PAPEL
Alguna vez yo fui una persona sencilla,
una persona sencilla lee sencillamente algo alguna vez,
lee El jardín de los cerezos y tiene recuerdos,
el recuerdo es ahora semejante a otra página leída alguna vez
por alguien que huye de esos mismos recuerdos.
Yo fui alguna vez una persona sencilla,
llevaba la brújula de la sencillez en el bolsillo
como el violinista lleva su soledad en el estuche de caoba,
llevaba el pájaro de la buhardilla de Verlaine,
el día que no tuvo importancia, el día simple,
el hermoso día sencillo del clarinetista yiddish
que oí una tarde, alguna vez, en Londres.
Ciertamente la vida es un barco de papel,
esa misma página de Chejov, a la deriva,
doblada como la historia de mi corazón en cuatro.
Alexandra Domínguez
del libro La conquista del aire
viernes, 10 de abril de 2020
Lennon poema de Juan Carlos Mestre
LENNON
Father, you left me, but I never left you...
En Liverpool, bajo el bombardeo nazi, nació John Winston.
Tan pronto el padre dejó de dar señales de vida,
su madre le compró una armónica.
John Winston tenia diecisiete años
cuando a ella la atropelló un policía ebrio.
John Winston dejó de cortarse el pelo
y siguió tocando la armónica en casa de su tía Mimi.
Padre, tu me abandonaste, pero yo nunca te abandoné a ti...
Luego le dio por ponerse unas gafas redondas
y hacerse una fotografía sujetando a un cerdo.
John Winston conoció a una japonesa
bastante poco atractiva pero que era la bomba.
John Winston se creía más popular que Jesucristo.
John Winston fue nombrado Caballero del Imperio Británico
y le regaló su condecoración a tía Mimi
que la colgó con orgullo en la pared, encima del televisor.
Un tal Chapman le pegó seis tiros el 8 de Diciembre de 1980.
Esa misma noche , a las 23:15, John Winston fue declarado ¿muerto?
Juan Carlos Mestre La bicicleta del panadero
Brooklin
MEDIODÍA EN BROOKLIN
En las calles de Brooklin
la poesía es una ficha de teléfono para hablar con Dean.
Por las calles y puentes de Brooklin
las tristeza es un tranvía que para en todas las esquinas,
entre la Cuarta y la Séptima calle hay once paradas de
tristeza,
entre el trompetista amigo de los alces y el carro de los
helados, doce.
En las calles de Brooklin
los agentes federales se peinan con barbas de ballena,
se pintan los labios con pólvora roja y carmín de acero.
En las calles y las avenidas y los callejones de Brooklin
los muchachos negros encestan la manzana de la geometría
en el aro vacío del crepúsculo, bailan junto a los transistores.
Algunas veces tienen miedo, algunas veces Martin Luther
King
sale de su baúl de flores y toma el tranvía entre la Cuarta y
la Décima.
Entre la Cuarta y la Décima como todo el mundo sabe
hay tres semáforos, diez mendigos y varias paradas de tristeza.
En las calles de Brooklin,
en las buhardillas de los edificios del barrio de Brooklin
Los chicanos riegan con lágrimas sus macetas de marihuana.
El agua no llega tan arriba, el agua de lavar las manos,
el agua de cruzar los ríos, el agua de limpiar por cuatro
centavos
todos los ventanales de cristal entre la Quinta y la Séptima.
En las calles de Brooklin
los puertorriqueños llaman a la tristeza como la llamó
Cervantes,
boina azul llaman también los puertorriqueños a la tristeza,
entre la Cuarta y la Quinta, entre las Seis y la Décima.
En los subterráneos y en los rascacielos de Brooklin,
por el aire oscuro que se asfixia en los tubos y el aire blanco
que respira la nieve de nevar en las reservas sioux.
Por las autopistas y los senderos que cruzan los campos
de algodón
y lo que no es territorio de ardillas ni patria del bisonte,
por la frontera y más allá de la frontera hasta donde
llega Brooklin,
en la Cuarta esquina entre la Dos y la Séptima
donde espera el mediodía su tranvía, humilde y triste, Lincoln.
Alexandra Domínguez
La conquista del aire
miércoles, 8 de abril de 2020
Poema de Rosamel del Valle
Día domingo, en noviembre, las palomas duermen en
el aire,
Bajo un sol tan delgado, enfermo, sin familia.
Las gentes vuelven la cara para oírte, para ver quién
sueña
Tan cerca de sus oídos poco acostumbrados a estas
cosas.
El viento se abre paso, azota las hojas, escupe, sujeta
las palomas.
Nadie sabe. Y tú hablas. Conversas con personas
invisibles, con personas
De otro día, de otro color, vestida con otros trajes.
Dificultades, por cierto, actos que responden a obscura
paciencia ;
Y sin embargo, brillantes formas, admirables trabajos.
Podrías decir que has tenido de huésped a una estrella,
A una planta, a un insecto, a un océano, a un pájaro,
En tu casa ,por entonces, a la entrada de la noche.
Que sabor de los vinos, qué luz del pan de los bosques;
Qué niñas, qué jóvenes, qué caballeros, qué señoras ;
Qué danzas a son de cielo, a orquesta de árboles;
Qué salas espaciosas, qué cantos, qué conversaciones.
Sólo que tu casa está a la entrada de la noche,
sólo que tu casa está cubierta de tierra,
De hierbas, de plantas que no pueden acompañar a la
lluvia.
El viento se abre paso, golpea las piedras, despierta a
las arañas.
Las gentes vuelven la cara para ver quién sueña en el aire.
Rosamel del Valle del libro La visión comunicable
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