Acuarela de Juan Carlos Mestre
El color, he pensado alguna vez, es la ilusión de un
recolector de mitos. En cierta forma puede que no sea más que el oficio del mar
el oficio del azul, ni otro que el rojo el oficio de las manzanas, como no es
el negro sino para la unánime dimensión de la muerte. Lo trágico no es el ocre
amarillo que perdura desde los ritos del hombre de las cavernas iluminando a
las civilizaciones del arco iris, lo trágico es la ausencia de la luz y la
penumbra de las épocas de sus sucesores. Pongo color donde esta lo sagrado,
pigmento donde resucitará la ceniza. Tengo la misma fe en el verde que en los
árboles, semejante alianza con la vibración mágica de la obsidiana y el negro.
Manías elegidas en el cultivo de la contemplación. Semillas que echan sus
raíces en el sueño. Abrir la conciencia en el reino de las lluvias, lo que se alimenta
de música y de lámpara. Seguir el rastro de lo diminuto entre la multitud
olvidada, entre los cisnes negros, los cisnes blancos del Sur que anidan en la
maravilla.
Alexandra Domínguez