Pintura sobre papel
POÉTICA
¿Pero
hacia dónde? ¿Hacia qué intemperie o casa va la mujer, el hombre, la realidad
sin género de su aptitud de habla?
Lo ignoro. Sigo pensando en ello. Pero tal vez sean los poetas, los que
desconstruyen como el cabalista las palabras, quienes me hayan mostrado
finalmente el principio. No vamos a otra parte que no sea hacia nosotros
mismos. Detrás de todos los sentidos de lo oculto lo que significa es la idea
de lo que en cada palabra existe. No sé si una verdad superior, pero si una
cualidad de verdad, una misteriosa, imprescindible por inalcanzable voluntad de
redención, un lugar sin tiempo donde la conciencia del pasado es anticipación
de las palabras del futuro. Para el poeta adentrarse en la escritura es salirse
de la normativa de los significados, hacer significante el azar, concebir lo
que se bifurca como constante dirección del camino, laberinto que deviene en
laberinto, salida que conduce a la entrada donde se encuentra, nuevo, intacto,
otra vez el secreto. Mas no se trata de algo encerrado, sino más bien de un
secreto con todas las puertas abiertas, en el que no está reservado el derecho
de admisión, pues él, el conocimiento humano es en si mismo un derecho natural de la condición de
persona.
Esto que digo, este camino que
he tomado para explicarme está lleno de obstáculos. Yo no puedo ante sus
impedimentos. Nombro el paisaje que rodea mi cabeza, levanto su mapa, señalo en
él lo áspero y amable de mis sentimientos al recorrerlo, mas no sé de qué
materia es la materia de lo que a lo lejos brilla, de qué tierra humilde, de
qué arcilla noble, mi condición de mujer que escribe versos. Ahí está la
imaginación, ahí también los símbolos y mitos, ahí los sagrados alimentos de
cuantos me han ido iluminando con su linterna de palabras mi pequeño camino.
Al reflexionar sobre ello he creído entender que la poesía no es solo un
acto de escritura, mas aún, que la poesía existe antes que la escritura. La
poesía como un acto previo de la conciencia, un acto de revelación cuyo suceso
acahece inherentemente a todo aquél que se adentra, por voluntad o extravío, en su lugar moral, y es
allí donde adquieren identidad, y allí también donde su personalidad de habla,
su relación con el mundo, su otredad, su pasión precaria, su temor ontológico,
son, no razón real de su ser, sino virtual conciencia poética.
Algunos poetas escriben para aprehender, otros para desprenderse, el
intento es el mismo, la palabra es extraña, misteriosa en ambos, igual de
sobrecogedora la ilusión de su vida enfrentada a los enigmas de la muerte,
igual de perecedero su amor ante la duración de la vida. Pero basta aquí
también una palabra para salvarlos, la
iluminación de alguna palabra de verdad, esa verdad ante la que cada
poeta intenta emplazarnos, esa verdad que dignifica la condición humana cuando
lo más propio de nosotros, la palabra, es compasiva y clemente, con la
construcción de nuestro destino.
Alexandra Domínguez
La poesía, esa llave de luz. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias un abrazo para ti
Eliminar