lunes, 21 de septiembre de 2015

Arthur Rimbaud, Una temporada en el infierno






Heredo de mis antepasados  galos los ojos azul-blancos, el juicio estrecho, y la torpeza en la lucha. Considero mi vestimenta tan bárbara como la suya. Pero no engraso mis cabellos
   Los galos fueron los desolladores de bestias, los incendiarios de hierbas más ineptos de su tiempo.
   De ellos heredo : la idolatría y el amor al sacrilegio ; ¡oh! todos los vicios, cólera, lujuria -magnífica, la lujuria ; - y sobre todo mentira y pereza.
   Me horrorizan todos los oficios. Patrones y obreros, todos plebe, innobles. La mano que maneja la pluma vale tanto como la que conduce el arado.- ¡Que siglo de manos! -Yo nunca tendré mano. Además, la domesticidad lleva demasiado lejos. Me exaspera la honradez de la mendicidad. Los criminales repugnan como los castrados : en cuanto a mí, estoy intacto, y me da lo mismo.

                                              Arthur Rimbaud, extracto de su libro Una temporada en el infierno









                                                                        Aguafuerte y aguatinta

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