Nueva York Noviembre 2015, Trinity Church
HUMO
Estoy en Nueva York y como acostumbran a decir las bocas
de colores de los peces chinos, ya están los tulipanes abiertos.
En Lexington Flower Shop he comprado quince dólares de
nomeolvides para llevarle a Robert Fulton, enterrado en el cementerio de la
Trinity Church.
Casi llegando al final de Broadway, con una bolsa de
papel marrón colmada de recuerdos imborrables y pipas de calabaza para Robert
Fulton.
Aquí también viene a hacer picnic Jean-Michel Basquiat.
Trae un sándwich de atún y un refresco de zarzaparrilla. Se sienta en cualquier
piedrecita de la consolación a liarse la cabeza con incendios forestales fuera
de control y otros garabatos yorubas que dan vueltas a piñón fijo alrededor de
los ancestros.
Solo un poco más allá en el club de la competencia, Mano
Dura firma acuerdos devastadores con algún gobierno más que muy favorablemente
convencido de las ventajas del expolio capitalista.
Aparte de a traerle unas flores a Robert Fulton, la
verdad es que dudé entre siemprevivas o nomeolvides, no sé a qué otra cosa he
venido yo aquí, incrustado como la tapa de un bolígrafo entre los que andan a
guantazo limpio por las aceras.
Los blancos son sombríos como paracaídas que ya han hecho
la gracia de aterrizar ante las narices del gobernador del Estado. Los negros
pasan en patinete a una velocidad de vértigo.
Mi tiempo no es de este mundo y bajo el cementerio de la
Trinity Church, dicen los ancianos que llevan mucho tiempo en la maleta, las
plantaciones de algodón han comenzado a echar nuevos brotes para las heridas de
la próxima guerra.
Y yo aquí, en el cementerio de los anglicanos,
empequeñecido por no haber cometido todavía ningún desaguisado que requiera la
atención pública, con quince dólares de primavera en una mano y una bolsa de
papel marrón llena de recuerdos imborrables y pipas de calabaza para Robert
Fulton en la otra.
No hay nada como ser versátiles le comento a Basquiat,
mientras un mendigo nos ofrece un pedazo de su pizza de rúcula, demasiadas barcazas
y submarinos a hélice, efectivamente, efectivamente.
Cualquier monstruo tiene ahora autoridad sobre las
palomas de siete patas que picotean la sabiduría de los champiñones discretos
entre las tumbas del cementerio de Wall Street
Y le dejo los nomeolvides al simple ingeniero Robert
Fulton, un estafador entre muchos, pero —las cosas como son, añade aquí el
poeta—, inventor de la chamusquina y el inocente humo de los barcos.
Juan Carlos Mestre de su libro La bicicleta del panadero
El término Flâneur se refiere al explorador urbano, observador atento y cabal, que se mezcla con el gentío, abierto a la vida de la ciudad. Es un personaje que se hace popular en la Francia del siglo XIX. Walter Benjamin describía al flâneur como figura esencial del moderno espectador urbano, considerando a Charles Baudelaire uno de sus mejores representantes. El poema Humo de Juan Carlos Mestre surge en una visita de Mestre hace unos años a Nueva York.Se encuentra con la Trinity Church, en su cementerio está el ingeniero Roberto Fulton, que inventó la máquina a vapor. Esto generó enormes beneficios a la economía, sin embargo el ingeniero murió en la pobreza. Contradicciones de la historia, la Trinity Church es un remanso de paz y silencio, humilde ahora rodeada por los enormes rascacielos que encarnan la riqueza de la ciudad.
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